Realmente, no tenía nada …
“NO !”
Cuando acaricié por primera vez la idea de escribir, esta palabra fue la primera que me vino a la mente. No tenía absolutamente ninguna idea de lo que iba a contar. Ni siquiera de lo que quería escribir. No tenía ni historia, ni tema, ni personajes, ni mundo. No tenía nada. Solamente este grito : “NO !”. Quería que fuera la primera palabra de la novela que iba a escribir. Así tenía que empezar todo. Con un grito.
Pasaron unos tantos días donde (obviamente) en ningún momento me senté a pensar en el libro, y menos aún a escribir. Mentira, pasaron muchos días. Si no semanas. Y parecía entonces que esa maravillosa idea de escribir terminaría quejándose con sus innumerables colegas sobre lo excesivamente corto que había sido su vida, cada una tranquilamente acostadas en su ataúd, enteradas en el abarrotado cementerio municipal de ideas de Janville.
Sin embargo, una noche, me encontraba en la terraza de un restaurante de la Costa Verde de Lima, esperando a Barbara para unos piscos sours y una linda noche de conversa (de esas noches donde siempre salían mil ideas para llenar el cementerio) cuando, de repente, me avisó que iba a llegar tarde. Tráfico.
… pero todo cambio con un grito !
Así que abrí un correo electrónico vacío en mi celu y escribí esta palabra “NO !” como una respuesta durante un diálogo entre un hombre y un misterioso interlocutor. Y entonces pensé que, si iba a empezar una novela, lo mejor sería averiguar primero si realmente podía escribir algo que valiera la pena. Si era capaz de escribir. Y esto, antes de pasar mil horas para elaborar toda una historia que, al final, no pudiera transmitir adecuadamente.
Así es cómo terminé escribiendo una escena que empezó con “NO !”, sin saber adónde me llevaría.
Y me llevó… a las primeras frases del libro (las cuales, a pesar de todos los cambios, quedaron las mismas y que puedes descubrir con el primer capítulo acá) !
Luego obviamente pasé mucho más que mil horas para pensar y elaborar la trama del libro y los personajes que le iban a dar vida.
Pero todo empezó por una palabra. Una palabra inspirada directamente por mi gran amigo José Eduardo Padrón (alias “Caracas”) y sus gritos : “NO !”
Gracias Caracas !