Mi nombre es Jan Crelot. Soy belga y mi idioma materno es el francés, pero soy un amante incondicional del castellano. Y después de haber pasado dieciséis años de mi vida en Perú y dos en España, decidí escribir mi primera novela “el secreto del niño” en el idioma de Cervantes, más que en el de Voltaire. Bueno, en el idioma de Vargas Llosa en realidad…
Hasta dónde llega mi memoria, me veo devorando libros. Recuerdo claramente haber odiado a Zola en mi primer acercamiento… ¡para luego adorarlo! Me viene a la mente cómo sufrí con Proust… ¡y como seguí sufriendo con Proust a pesar de los años! Proust siempre será Proust.
Pero no me he nutrido solamente de los “grandes”. Mis padres eran lectores ávidos y pude muy temprano descubrir cantidad de estilos diferentes, sea Ken Follett o Amélie Nothomb, Arthur Conan Doyle o Albert Camus.
Con la universidad llegó el primer cambio de idioma. Y cambió la manera con la cual consideraba el mío. Empecé a añadir expresiones nuevas, robadas directamente del alemán. Porque ya me gustaba experimentar con las palabras. Y porque me parecía más rico así. Fue cuando empecé también a leer directamente en inglés.
Y entonces ocurrió el cambio más radical. Me mudé a Lima, sin conocer una sola palabra de castellano. A las pocas semanas de mi llegada, un amigo me regaló “Y de repente, un ángel” de Jaime Bayly. Y pronto también “Un mundo para Julius” de Bryce Echenique y “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa. Terminé de enamorarme del castellano.
No había marcha atrás, ¡sabía que escribiría una novela en castellano un día! Pero no sin darle algunos toques, algunos matices especiales, fruto del multiculturalismo que me define ahora.